Odio tener el corazón colgando en la distancia,
las pestañas inquietas
y las manos indecisas,
odio no saber que hago acá,
y no saber si estoy haciendo algo en absoluto.
Y odio no saber como siempre
termino en esta misma situación,
hablando más de lo necesario,
sintiendo más de lo necesario.
A veces hay que aprender a descartar
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